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FUEGO
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Arden los cielos.
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Arden las yemas de los dedos
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rozando – apenas –
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aquello que es incierto.
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Arde el silencio
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y el fuego se propala
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por el cuerpo
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hasta alcanzar la entraña
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y abrir las coronarias
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dejando que la sangre
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- a borbotones -
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imprima a fuego
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su marca acostumbrada.
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Arde el lucero
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y la noche despliega
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oscuros expedientes
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sobre el suelo.
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Arde el viento y se arremolinan:
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sombra, cielo, y silencio,
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y empiezan a caer
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sobre los techos...
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(c)2004
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